
A veces, las cartas son una declaración,
otras una despedida,
otras una necesidad.
A veces, esa necesidad es que al leernos
nos entiendan, nos comprendan
o nos conozcan.
A veces una carta es un deseo,
una forma de hacerle llegar
a alguien nuestra alma.

A veces, una carta es volcar
en un papel en blanco,
lo que muchas no nos animamos
a decir mirando a los ojos de esa persona.
A veces, es poner en palabras
las caricias que nuestras manos no pueden dar;
o los besos que nuestra boca no puede brindar.
A veces en una carta podemos decir
esas verdades que nuestra voz no puede resonar.
A veces “Querido” es mucho más
que un mero formalismo,
a veces “Querido” significa eso: QUERIDO.

A veces, en los espacios en blanco,
entre una línea y otra, hay miles de palabras;
a veces, pocas, nos pueden descifrar
todo eso que sin escribir, escribimos.
A veces, en una carta va encerrada
nuestra ilusión, la utopía de un sueño,
el deseo de recibir la respuesta que anhelamos.
A veces las cartas las escribimos,
pero no nos animamos a enviarlas,
por miedo justamente a no recibir
todo aquello que queremos.
A veces una carta nos puede traer la alegría,
la felicidad.
Otras, solo palabras.
A veces... equivocamos el destinatario.
