Eres tú, esa
la que nunca duerme.
Buenos Aires, amaneciendo.
En el arrullo susurrante
de los noctámbulos errantes.
Eres tú, esa
la que nos cobija
en el calor de los carteles de neón,
en el canto de los violines,
de las guitarras trasnochadas,
de las filosofías de café,
discutidas y hasta peleadas
en los bares tradicionales.
Eres tú, esa
la que alberga
diferentes generaciones,
con una sola meta
“La ilusión”.
Con un solo tiempo
“El de los sueños”.
Eres tú, esa
la que el tango
te puso número, 348,
para amparar el amor.
Eres tú, esa
la que hace años
era angosta
y el progreso te transformo.
Eres tú, esa
la que el poeta nombra,
la que el cantor entona,
con guardaespaldas al centro,
mirando el cielo de punta.
la que nunca duerme.
Buenos Aires, amaneciendo.
En el arrullo susurrante
de los noctámbulos errantes.
Eres tú, esa
la que nos cobija
en el calor de los carteles de neón,
en el canto de los violines,
de las guitarras trasnochadas,
de las filosofías de café,
discutidas y hasta peleadas
en los bares tradicionales.
Eres tú, esa
la que alberga
diferentes generaciones,
con una sola meta
“La ilusión”.
Con un solo tiempo
“El de los sueños”.
Eres tú, esa
la que el tango
te puso número, 348,
para amparar el amor.
Eres tú, esa
la que hace años
era angosta
y el progreso te transformo.
Eres tú, esa
la que el poeta nombra,
la que el cantor entona,
con guardaespaldas al centro,
mirando el cielo de punta.
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