El escenario, esa caja cuadrada, negra, estaba a oscuras, vacía, fría, un silencio sepulcral reinaba, sólo la luz mortecina de los escalones de la sala iluminaban el ambiente.
Unos pasos calmos, rítmicos, crujían el espacio, una figura indefinida emergió entre las bambalinas, como resucitando de una antigua película, un piloto color beige de doble abotonadura, cuello levantado, el cinturón marcando la figura, zapatos de taco alto y medias negras, un pequeño sombrerito de lluvia y unos anteojos negros; las manos en los bolsillos y bajo uno de los brazos una cartera tipo sobre negra; caminó despacio, sin ninguna prisa, sintió bajo sus pies, cada centímetro de ese suelo negro, crujiente y hueco del escenario. Su mirada no sé donde estaba; en que infinito mundo navegaba, no podía verla.
El recorrido duró unos minutos, seguramente segundos; se detuvo casi llegando al proscenio y su cuerpo fue girando milimétricamente en l80º.
Buscando en los entre-telones, de telas negras, raídas a jirones por los mitológicos ecos del pasado, las cenizas de los aplausos irremediablemente gastados.
Un frío recorrió su columna en la soledad silenciosa del viejo teatro.
Durante unos instantes detuvo su cuerpo evocando en su mente un recuerdo que no le producía daño; era un polvoriento y caluroso ensayo en donde una voz se convertía en sentimiento, palabras frases, llenaban de sonidos imaginarios el silencio real de la sala.
Él bañaba con fina lluvia de su esperma el cuerpo urgente, de la musa de pechos turgentes, mientras de su boca salía a borbotones su sexo de aullidos.
Ella lo ignoraba inmersa en una orgía subterránea de fantasías cósmicas.
Mientras aquel director vouyerista, desde la butaca de pana roja, en el centro de la sala vacía, se masturbaba imaginándose un orgasmo infinito con la musa de cabellos azabaches y ojos de salvaje deseo.
En que recuerdo habrá anclado su mente cuando levantó su rostro, como iluminada por el resplandor de una proyección sin pantalla, hacia el vidrio roto de la cabina de sonido.
¿Qué antiguo personaje se habrá apoderado de su mente y su cuerpo?
¿Qué poderosa fuerza la impulsó hacia el costado buscando el abrigo del telón apolillado?
¿Qué sombra del pasado se habrá reflejado en el marco de la puerta de entrada?
Qué imán tan poderoso la habrá llevado a descender los tres escalones del escenario, para perderse escaleras arriba, sin volver ni siquiera la mirada atrás y partir, fragmentada en las esquirlas del pasado, perdiéndose inevitablemente dentro de su propio vacío, frío, silencioso escenario negro de la vida.
Unos pasos calmos, rítmicos, crujían el espacio, una figura indefinida emergió entre las bambalinas, como resucitando de una antigua película, un piloto color beige de doble abotonadura, cuello levantado, el cinturón marcando la figura, zapatos de taco alto y medias negras, un pequeño sombrerito de lluvia y unos anteojos negros; las manos en los bolsillos y bajo uno de los brazos una cartera tipo sobre negra; caminó despacio, sin ninguna prisa, sintió bajo sus pies, cada centímetro de ese suelo negro, crujiente y hueco del escenario. Su mirada no sé donde estaba; en que infinito mundo navegaba, no podía verla.
El recorrido duró unos minutos, seguramente segundos; se detuvo casi llegando al proscenio y su cuerpo fue girando milimétricamente en l80º.
Buscando en los entre-telones, de telas negras, raídas a jirones por los mitológicos ecos del pasado, las cenizas de los aplausos irremediablemente gastados.
Un frío recorrió su columna en la soledad silenciosa del viejo teatro.
Durante unos instantes detuvo su cuerpo evocando en su mente un recuerdo que no le producía daño; era un polvoriento y caluroso ensayo en donde una voz se convertía en sentimiento, palabras frases, llenaban de sonidos imaginarios el silencio real de la sala.
Él bañaba con fina lluvia de su esperma el cuerpo urgente, de la musa de pechos turgentes, mientras de su boca salía a borbotones su sexo de aullidos.
Ella lo ignoraba inmersa en una orgía subterránea de fantasías cósmicas.
Mientras aquel director vouyerista, desde la butaca de pana roja, en el centro de la sala vacía, se masturbaba imaginándose un orgasmo infinito con la musa de cabellos azabaches y ojos de salvaje deseo.
En que recuerdo habrá anclado su mente cuando levantó su rostro, como iluminada por el resplandor de una proyección sin pantalla, hacia el vidrio roto de la cabina de sonido.
¿Qué antiguo personaje se habrá apoderado de su mente y su cuerpo?
¿Qué poderosa fuerza la impulsó hacia el costado buscando el abrigo del telón apolillado?
¿Qué sombra del pasado se habrá reflejado en el marco de la puerta de entrada?
Qué imán tan poderoso la habrá llevado a descender los tres escalones del escenario, para perderse escaleras arriba, sin volver ni siquiera la mirada atrás y partir, fragmentada en las esquirlas del pasado, perdiéndose inevitablemente dentro de su propio vacío, frío, silencioso escenario negro de la vida.
1 comentario:
'O velho teatro!...'
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Recordações do tempo em que o teatro esteve no auge, quando a mobilidade era reduzida e as pessoas divertiam-se próximo do local onde habitavam.
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Que a felicidade ande por aí.
Manuel
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